Egoísmo.
Estoy del egoismo y del ombliguísmo hasta el ojal.
Nadie mira por nadie.
Solo miran por su culo y nada mas.
Asi yo ya no quiero jugar!
Falsas promesas, palabras convenientemente
dichas en el momento preciso
que no te hacen sospechar lo que se está por avecinar.
Desoyes consejos, desoyes a los pocos que te quieren.
Y patinas.
Y tropiezas.
Y te cansas de caer una y otra vez en un mismo lodazal.
Un lodazal de arenas movedizas que, si te descuidas,
te engullirá sin piedad.
Te prometes una y otra vez que será
la última vez que caerás y !ZAS!.
Caes una vez más.
Pero como a cojones no te gana nadie,
te vuelves a levantar.
Y antes de pillar la carrerilla de siempre,
te paras a pensar, cierras los ojos,
respiras y como el cuervo de Allan Poe
gritas a los 4 vientos "Nunca más!".
Y tus ojos se abren de par en par.
Y tu mente se despeja de los nubarrones
que desde hacía algun tiempo
nublaban tu pensamiento.
Y te das un cabezazo contra la realidad.
La realidad que siempre has querido ignorar.
Y aprendes a ver al monstruo que
se ocultaba tras todas aquellas apalabras.
El monstruo del egoísmo.
Un egoísmo que apestaba,
pero al tener la nariz atascada no eras capaz de oler
aunque lo tuvieras pegado a tu sombra.
Pero ya está.
Ya fué.
Más vale despertar tarde que no hacerlo jamás.
Te puedes arrepentir de no haberlo visto venir.
Puedes querer volver atrás en el tiempo
para deshacer el camino andado,
y de esa forma evitar pisar el fango.
Pero como eso por ahora es imposible,
con haber reconocido que has
cometido un error, te das por satisfecha.
Y te sacudes la mierda de encima
de un manotazo y sigues p'adelante.
Sigues sin ese lastre que te estaba
asfixiando, saltando por encima
de los charcos y las piedras
para tratar de no volver a caer.
Haciendo equilibrios sobre
una cuerda floja invisible, sin una red
que te pueda socorrer.
Porque a eso es a lo que estás acostumbrada.
A caer una y otra vez.
Pero como el cuervo dijo una vez:
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